Comenzó a no concurrir a las fiestas
inventando excusas que ni ella creía. Los rumores no tardaron en correr por las
calles de la ciudad; la primera dama ya no se mostraba en público con su marido
y se decía que quizás estén separados o bien embarazada y que no deseaba que su
figura aumentada en peso sea motivo de murmureos. Eran de los más variados pero
ninguno se acercaba a la verdad.
Caroline, aquella niña adolescente que
fingía vivir una vida de esposa responsable acompañando a su marido había
llegado a su límite y no sabía cómo seguir. Pero si algo estaba segura es que
no dejaría que nada la aleje de su nueva vida y que esto sería solo una
tormenta en el largo camino que le esperaba por recorrer.
Para darle fin a los absurdos rumores que
cada vez eran más serios y por demás desacertados, decidió asistir al acto
aniversario de la ciudad. Eligio su mejor vestido y fue en busca de todas las
miradas como aquel día en la plaza central, junto a su madre.
Todos quedaban deslumbrados al verla pasar.
No tenía signos de embarazo, gordura ni tampoco estaba alejada de su marido,
pues se los veía sonreír de modo cómplice. El acto no se extendió por mucho
tiempo y al finalizar se dirigieron todos los invitados hacia el hotel más
sofisticado de la ciudad para continuar con la celebración.
Ya en el lugar, todos se acercaban y la
alagaban con los más delicados cumplidos, mientras que los más tímidos solo la
admiraban a lo lejos; pero sin dudas su presencia no pasaba desapercibida para
nadie esa noche.
Mientras los demás se pasaban las horas enalteciendo
sus posturas en el esfera de la política, decidió alejarse hacia el balcón de
la sala. Desde él podía disfrutar de la inmensidad del cielo estrellado que los
cubría esa noche y encontrar un poco de silencio entre tanto murmullo.
Luego de la recepción se reunieron en el
salón principal del hotel donde tocaría una banda de músicos muy reconocida, en
aquella época. Todo parecía darse con armonía.
Antonio estaba muy contento de que su mujer
lo acompañara aquella noche y se propuso hacerla disfrutar de la ocasión a
pleno. Pero cometió un error que marcaría sus vidas. Hizo que la banda tocara
su tema preferido pero con ello solo logro que su mujer fijara sus sentidos en
quien lo interpretaba y no en quien bailaba sujetado a su cintura.
Aquel cantante era un joven apuesto y con
una voz que con solo escucharla causaba suspiros entre quienes lo oían. Casi de
manera torpe e inelegante sus ojos se clavaron en él. Mientras su marido
buscaba disimular el comportamiento inapropiado de su esposa, de seguro
advertido por muchos aquella noche, ella comenzaba a sentir un profundo encanto
por aquel extraño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario