miércoles, 13 de julio de 2016

Ciega rutina...

Me despierto con el sonar de mi alarma. Me levanto, voy directo a la cocina a poner agua para mi té, al pasar prendo la televisión, pongo el canal informativo pero en silencio. Me cambio, voy al baño y me preparo el desayuno. Miro mis notificaciones en las redes, me abrigo, conecto mis auriculares y me voy al trabajo.
En el camino sólo miro al cruzar las esquinas, el cambiar de color de los semáforos.
Llego, me saco mi abrigo y voy directo atrás para comenzar mi trabajo. Apenas saludo al pasar a mis compañeros. Termino y abro el negocio.
Los clientes comienzan a llegar, la fila aumenta mientras yo sólo me limito a escuchar sus pedidos y a cobrar. De vez en cuando sonrió, me enojo y todo vuelve a comenzar mientras cuento los minutos para cerrar.
De salida me abrigo, conecto mis auriculares y salgo de regreso.
En el camino sólo miro al cruzar las esquinas, el cambiar de color de los semáforos.
Al llegar a mi casa me saco mi abrigo y voy directo al calefactor. Por minutos me pierdo viendo en la red las novedades de aquellos con los que usualmente ni me cruzo ni hablo fuera de mi pantalla de 5 pulgadas.
Luego almuerzo, lavo los platos y me acuesto un "rato". Al despertar voy directo al calefactor. Por minutos me pierdo viendo en la red las novedades de aquellos con los que usualmente ni me cruzo ni hablo fuera de mi pantalla de 5 pulgadas. Luego me baño y al salir ceno, lavo los platos y me acuesto.
Al otro día todo pasa exactamente igual. Y así es el siguiente y el próximo y los que le siguen a éste también.
Así son mis días, semanas, meses... Tiempos en los que termino muchas veces agotada, con mi cuerpo dolorido por el escaso descanso...
Así son mis días, rutinarios, solitarios, pero no porque nadie esté a mi lado sino porque rara vez me volteo a verlo a la cara. Me dejo envolver por mis intereses, mis metas, mis emociones pero pocas veces me pregunto por cómo está o qué siente. Sin embargo él siempre está.
Cuando me siento perdida, desesperada. Cuando el dolor es tan fuerte que parece no caber en mi pecho. Siempre hay alguien a mi lado.

Es importante sacar la venda de nuestros ojos y empezar a mirar más a nuestro alrededor. Hay personas valiosas que esperan al menos una mirada, una sonrisa, un abrazo y a cambio nos darán mucho más de lo que podemos imaginar. Hay personas necesitadas de una palabra, de un silencio acompañado del saber escuchar. Necesitamos mirar más al que está sentado a nuestro lado... necesitamos conectarnos con la realidad que nos rodea.
De momentos compartidos se nos llenará el alma, de recuerdos nuestra memoria y de emociones nuestro corazón...no hay nada más lindo que el encontrarse en la mirada del otro y descubrir que hay veces que las palabras no son necesarias para decir lo que de nuestra alma desborda.

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pensamiento...

De nada sirve que escribas una historia con dos protagonistas y un final feliz si uno de ellos ya renunció a su papel.